miércoles, 20 de agosto de 2014

Curar el contenido

Ya en 2012 Javier habla de atreverse. Entonces, antes y todavía, tenemos en la Escuela Bancaria y Comercial la consigna de resaltar la palabra emprendedor. ¡Y nos esforzamos! Aunque nuestra mente y nuestro corazón parecen querer rebelarse cada cierto tiempo, todos remamos sin reposo para llevar a buen puerto nuestra hermosa galera bizantina. 

¿Y qué hacemos con la voz emprendedor? Intentáramos dignificarla y reivindicarla. ¿Es eso, Juan Manuel, lo que quiere decir "curar el contenido"? Te lo pregunto porque la frase me gustó. Nunca se me hubiera ocurrido. Es probable que, después de la destrucción de Sodoma y después del diluvio universal y después de las siete plagas sobre Egipto, el Diablo haya susurrado al oído de Yahvé: Eso, querido amigo, aquí y en el Infierno, se llama genocidio. Te sugiero curar el contenido de tus mensajes y hablar de justicia divina.

Usemos, pues, la palabra "emprendedor", pero llenémosla de sentido: el valiente, el osado, el intrépido, incluso el que se atreve a vivir sin culpas y ser feliz en la justa medianía, sin reconocimientos, sin distinciones, sin aplausos; el que se atreve a vivir la vida como nenúfar en un remanso y a solventarla apenas con su conocimiento, su talento y su personalidad (que es el único "ser" que podemos percibir -sospecho que no hay otro). ¡Qué bueno que alguien salve tiburones en el piélago mexicano! Sin duda, necesitamos muchos jóvenes como ellos. Pero que quede claro que también alabaremos a los que emprenden la construcción de su sosiego mediante un salario justo adquirido con honestidad y civismo, sin ir a buscar la emoción en deportes extremos y ecoturismo. Poque el flanêur es también un emprendedor, un emprendedor de sí mismo.

 Nuestra misión se centra en la palabra emprendedor...
Formar profesionales emprendedores que se distingan 
en el ámbito de las organizaciones por su saber, por su hacer y por su ser.

No hay modo de esconderla.

Nos esforzamos por volverla un concepto mucho más grande que el de "empresario", pero en estricto sentido ambas voces dicen lo mismo. 

En textos medievales la palabra que sirve para referirse a una empresa (un emprendimiento) es VIRTUD. La palabra latina VIRTUS significa empresa (y está relacionada con el vigor, atributo masculino). Un hombre virtuoso es un hombre atrevido, voluntarioso, valiente, conquistador (es muy importante entonces la palabra "conquistador"). 

¡Pero un hombre virtuoso ha de ser, primero, un noble (o vasallo de la nobleza), que no tiene por qué ganarse el pan de cada día (hecho que lo envilecería), así que su única MISIÓN EN LA VIDA ES SER UN EMPREN.... ¡un conquistador! Mientras prepara sus conquistas, se dedica a defender su territorio o el territorio de su señor.
 
La burguesía renacentista anhela el poder de la nobleza. Pero no será sino hasta el siglo XVIII cuando ese anhelo se vuelva filosofía y acción política (que culmina con la Revolución Francesa). Entre los siglos XIV y XVIII, los mercaderes financian las empresas de los nobles (y varios judíos, por supuesto, pero éstos desde la usura o desde la amenaza). Así que el mercader, avecindado en los burgos, descubre que su riqueza es producto del trabajo, por lo que concluye EL TRABAJO ENNOBLECE AL HOMBRE (es decir, lo vuelve noble) y que el ocio envilece al hombre. Ergo: el ocio de la nobleza no puede ser mandato divino. El mandato divino es "ganarse el pan con el sudor de la frente". Por tanto, concluye el mercader, mi trabajo es tan digno como las acometidas bélicas de los nobles. Mi trabajo también puede llamarse "empresa", acción virtuosa. ¡Yo también soy un hombre virtuoso, un emprendedor!
 
Sirva esto para hacernos más bolas.

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